3/8/08

AMOR A LA CREACIÓN















MURAL.

MIGUEL ÁNGEL Y SU DISCIPULO GERARDO.

No voy a ir más lejos, Gerardo. No te acompañaré más porque el trabajo apremia y yo soy un hombre viejo. Soy un viejo Gerardo. En ocasiones, cuando quieres ser conmigo más tierno que de costumbre, llegas a llamarme padre. Pero yo no tengo hijos. Jamás encontré una mujer que fuera tan hermosa como mis figuras de piedra, a una mujer que pudiera permanecer inmóvil durante horas, sin hablar, como algo necesario que no precisa actuar para ser, y que me hiciera olvidar que el tiempo pasa, puesto que ella sigue allí. Una mujer que se dejara mirar sin sonreir ni ruborizarse, por haber comprendido que la belleza es algo grave. Las mujeres de piedra son más castas que las otras y sobre todo más fieles, sólo que son estériles. No hay fisura por donde pueda introducirse en ellas el placer, la muerte o el germen del hijo, y por eso, son menos frágiles.

A veces se rompen y su belleza permanece por entero en cada fragmento de mármol, igual que Dios en todas las cosas, pero nada extraño entra en ellas para hacer que les estalle el corazón.

Los seres imperfectos se agitan y se emparejan hasta complementarse, pero las cosas puramente bellas son solitarias como el dolor del hombre. Gerardo, yo no tengo hijos. Si yo tuviese de verdad un hijo, no se parecería a la imagen que me habría formado de él antes que existiera. De ahí que las estatuas que yo hago sean diferentes de las que había soñado en un principio. Pero Dios se ha reservado para sí el ser creador conscientemente.

Excavaba en el mármol como si la verdad se encontrara en el corazón de las piedras, y extendía unos colores para pintar unas paredes, como si se tratara de tocar simultáneamente unos acordes con un fondo de silencio demasiado grande. Pues todo calla, incluso nuestra alma, o bien es que nosotros no oímos.

Los hombres que inventaron el tiempo han inventado después la eternidad como contraste, pero la negación del tiempo es tan vana como él. No hay ni pasado, ni futuro, tan sólo una serie de presentes sucesivos, un camino perpetuamente destruido y continuado, por el que avanzamos todos.

Estás vestido con esas ropas de nuestra época que resultarán horrorosas o simplemente extrañas cuando haya pasado este siglo, pues los ropajes no son sino la caricatura del cuerpo. Yo te veo desnudo. Poseo el don de ver a través de la ropa, el resplandor del cuerpo y supongo que de esa misma manera verán los santos las almas. EL AMOR DE UN SER ES UN REGALO TAN INESPERADO Y TAN POCO MERECIDO QUE SIEMPRE DEBEMOS ASOMBRARNOS DE QUE NO NOS LO ARREBATEN ANTES.

EL TIEMPO GRAN ESCULTOR.
Marguerite Yourcenar.



VIAJE DEL MAESTRO A VENEZIA.

Desde los días de mi juventud me ha venido persiguiendo
en el sueño y en la vigilia el fantasma de una
mujer. La veo cuando estoy a solas por la noche,
sentada junto a mi lecho. En el silencio de la medianoche
escucho, su dulce voz. Muchas veces, al cerrar los ojos,
siento el tacto de sus suaves dedos en mis labios; y cuando
abro los ojos, el miedo me invade y repentinamente
empiezo a escuchar el susurro de los ecos de la Nada

Frecuentemente me siento desorientado y me digo:
«¿No será mi fantasía la que me hace dar vueltas hasta
parecer que me pierdo entre las nubes? ¿No habré forjado
yo desde lo más hondo de mis sueños una nueva divinidad
de voz melodiosa y manos tibias? ¿He perdido
acaso los sentidos y, en medio de mi locura, he creado
esta cara y amada compañera? ¿Me he retirado de la
sociedad de los hombres y del bullicio de la ciudad para
poder estar a solas con el objeto de mi adoración? ¿Habré
cerrado los ojos y los oídos a las formas y rumores
de la Vida, para poder admirarla mejor y escuchar su
melodiosa voz?

De cuando en cuando viene a mi habitación, en mis
momentos de ansiedad y tribulación. Pero, en cuanto la
diviso, todos mis cuidados y zozobras se truecan en alegría
y calma. Cuando mi espíritu se subleva contra la injusticia
del hombre para el hombre, y veo su rostro entre
otros rostros de los cuales estoy dispuesto a huir,
sosiégase la tempestad de mi corazón, a la que sucede
su voz celestial de paz. Cuando estoy sólo y los crueles
dardos de la vida despedazan mi corazón y me encadenan
a la tierra los grilletes de la vida, observo que mi
compañera me mira con los ojos llenos de amor, y mi
amargura se torna en mansedumbre, y la Vida se me
antoja un Edén de felicidad.

la compañera de mi fantasía y yo hemos sido
como pensamientos que flotan libremente ante la luz
del Sol o sobre la superficie de las aguas, entonando un
cántico a la luz de la Luna... Un cántico de paz que endulza
el espíritu y conduce a la belleza inefable.
Vida es lo que vemos y experimentamos a través del
espíritu; pero llegamos a conocer el mundo que nos rodea
a través de nuestro entendimiento y de nuestra razón.
Y ese conocimiento nos produce gran alegría o tristeza.

Khalil Gibran.



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