1/8/08

LA EXTRAORDINARIA CLEMENCIA TARIFFA

MISIVA

Todos los soles han de ser iguales tanto en las cartas como en las fábulas, ante todo, si quien escribe niebla en un país de maravillas tempranas. Y tal vez un malecón de algas conserve en mi cerebro verde como han vivido las letras en las mismas cartas leídas, pues si en realidad existe un Dios, él más que nadie sabe que soy feliz de ser lo que soy, que desde que empecé a hacer arte jamás quise otra cosa diferente.

Por supuesto, me siento más húmeda que una manzana rosada, después de leerte. Reconociendo ser más tímida, pero no por eso he olvidado las cigarras, ni mucho menos escribir poemas, por supuesto, cuando le escribo al poeta.

Clemencia, amiga, compañera, a quien el arte llevó en un viaje sin retorno a la dimensión de lo irracional, perdida en su laberinto de bellezas puras, arrasada por la epilepsia cada vez más severa. Recluida en el hospital mental de Santa Marta, donde inexorablemente espera la muerte.

El país de la libelulas y Cuartel sus últimos libros compilados por su guardían Hernán Vasgascarreño son los testimonios de una de las más grandes poetas eróticas de este siglo. Le doy gracias a Dios por permitirme conocer personalmente esta mujer hermosa que tanto admiro y a quien voy a pintar para recordar todos los días un ser iluminado, sensible, que nació y vivió para el arte. Una mujer con un pensamiento lúcido para crear y cuya necesidad primaria era escribir, lo que emerge del conocimiento, de su locura, de todas esas sensaciones particulares fusionadas en Clemencia hicieron de ella alguien distinto. Abordando un universo nuevo que solo le perteneció. Con su escritura arrasadora logró apropiarse asombrosamente de nuestro interior y despertar en el espectador respeto, admiración y una mirada de reconocimiento a esa conciencia libre de su espíritu.

Gracias Clemencia por transmitirnos tu visión de ese universo desconocido y mágico para algunos y lograr satisfacer esa necesidad de belleza que tenemos todos.

El pintor.

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